Deprimida como todos por el final de ese maldito partido, llegué a casa dispuesta a siestear toda la tarde. Apenas acostada, mi hermano y compañía anunciaron su inicio de estadía en casa. Ok, me levanto.
A mi criterio, el papel de anfitriona lo representé bastante bien: cedí mi habitación (y con ella mi cama), cociné, preparé café con leche e hice la vista gorda con el desorden general.
Pero una vez que se fueron, me dí cuenta que la testosterona me gusta mucho más para coquetear, que para dejar ropa tirada u olor a deportista.
No quiero dejar de decir que, a pesar de que me rompa mi ambiente femenino, adoro que venga mi hermano.
5 comentarios:
Hice lo mismo, ensiesté después de ir a ver lamparas con amigas y algo de ropa.
Totalmente de acuerdo, obviando que a un hermano se le perdona casi todo.
¡Bien por la buena hospitalidad! Una hermana gamba no tiene precio.
A mi me pasaba algo similar antes cuando venían toooooooooodas las amigas de mi hermana a casa un Sábado a la noche a prepararse para una salida que tendría lugar mínimo unas 5 horas más tarde. Chau tranquilidad.
Johi: El casi es la palabra clave... Jaja, se le perdona todo, algunas cosas sabemos que no ahria y otras le va a costar unos cuantos favors remontar
Hugo: Jajaja pienso la situación y creo que lo tuyo es peor
yo si dormi toda la tarde dps del partido
Esa es la actitud! El pais necesita mas anfitriones asi. Beso,
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