Estoy cargada de una negatividad promiscua. Me sube, me vibra, activa la violencia en mí. Mezclada, revuelta, molesta. La odio, no me soporto.
¿Viste cuando dormías plácidamente y alguien te despierta con un vaso de agua helada en la cara, y pinches en los pies? ¿Viste que hasta ese momento eras feliz? Así era yo. Así hasta que me vino a interrumpir la paz. Dos veces, porque si la primera no atiendo, debe ser porque me gusta que me torturen. Y esa vocecita estirada, como de concheta arrepentida, y una calma finjida para tapar el susto, contesta a mi ¿Qué pasa?! con un ¿Dónde andaaaan? terrorífico.
Porque ni piensen que voy a gastar un hola, cuando claramente ya gasté mi paciencia.
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